Somos hermanos en aquello que
compartimos. En el dolor, en ese
dolor que todos nosotros hemos de
sufrir a solas, en la pobreza y en la
esperanza reconocemos nuestra
hermandad. La reconocemos porque hemos
tenido que vivir sin ella.
Sabemos que para nosotros no hay otra
salida que ayudarnos los unos a los otros,
que ninguna mano nos salvará si nosotros
mismos no tendemos la mano. Y la mano que vosotros
tendéis está vacía, como lo está la nuestra.